"La reforma no apunta a mejorar la calidad"

Por María Jimena Duzán

 

“Las universidades con ánimo de lucro ya existen y son de baja calidad”

EN PLATA PLANCAEl rector de la Universidad de los Andes, Carlos Angulo, habló de lo que le falta al proyecto de Ley de Educación, del descalabro del SENA y del legado que deja con su relevo.

Sábado 23 Abril 2011

MARÍA JIMENA DUZÁN: Le propongo que salgamos del tema de nuestro parentesco. Le confieso que me siento extraña entrevistando a un primo hermano.

 

CARLOS ANGULO GALVIS: Tranquila, que hay unas familias que hacen eso normalmente. Y sí, para bien o para mal, somos primos hermanos, aunque tengamos apellidos diferentes. Lucio Duzán, su papá y mi tío, se llamaba realmente Jesús María Galvis.

M.J.D.: Evacuado ese tema, entremos en materia. Leyendo algunas opiniones suyas, me da la impresión de que usted está más en contra que a favor de la reforma educativa.

C.A.G.: No estoy en contra ni a favor. Más bien diría que estoy a favor de hacer una reforma a la Ley de Educación, porque han transcurrido 19 años desde que se hizo y ya es hora de que se reforme. Y en ese sentido, me parece que esta reforma no apunta con suficiente fuerza hacia la calidad de la educación, que es el tema más apremiante. La reforma no plantea incentivos para mejorar en ese campo. En el caso de la universidad pública, lo que uno debería buscar es un sistema de distribución de recursos que apunte hacia ese objetivo y que en lugar de ofrecer más dinero a las universidades que tuvieran más cupos, estos recursos los ataran a la calidad, por ejemplo, a la calidad de los estudiantes que reciben y a la calidad de los profesores.
 

M.J.D.: ¿Pero eso no afectaría la autonomía universitaria, tan defendida por la universidad pública?

C.A.G.: Claro que no. Mire, evidentemente la universidad pública necesita recursos del Estado, pero estos tienen que usarse eficazmente. Para ello es conveniente que se establezcan algunos indicadores, que podrían manejar internamente sin que por ello se afecte la autonomía universitaria. Por ejemplo, ¿qué tal un incentivo para disminuir la deserción, que en educación superior es cercana al 50 por ciento? Uno no podría pensar que el Estado asignara unos recursos a las universidades públicas dependiendo de la tasa de deserción.

M.J.D.: ¿Y a qué se debe esa deserción tan alta?
 

C.A.G.: A múltiples factores. En algunos casos hay un factor económico; en otros hay un problema de falta de consejería a los estudiantes y un vacío en pedagogía. Uno selecciona profesores con base en sus calidades académicas, pero eso no significa que sean unos buenos pedagogos.

M.J.D.: Volviendo a la reforma, en ella se plantea la posibilidad de que la empresa privada se alíe con las universidades. Muchos piensan que de esta forma se afecta también la autonomía universitaria.

C.A.G.: ¡Pero si es que para eso no se necesita hacer ninguna ley, porque eso ya está sucediendo tanto en la universidad pública como en la privada! Luis Carlos Sarmiento donó unos recursos muy importantes para un magnífico edificio a la Universidad Nacional y Julio Mario Santo Domingo hizo una donación a Los Andes. ¿En qué se afectó la autonomía universitaria? El sistema de educación superior más desarrollado del mundo es el norteamericano. Y uno ve que todas las universidades de buen nivel, llámense California, que es pública; Illinois, que también lo es, o Yale, Harvard o Princeton, todas reciben dineros de la industria. ¿Para qué? Para hacer investigación. ¿Eso afecta la autonomía de esas universidades? Por supuesto que no.

M.J.D.: ¿Y sobre las universidades con ánimo de lucro?

C.A.G.: Yo ahí tengo dos observaciones. La primera es que esas universidades ya existen. Son muy pocas las universidades privadas que somos sin ánimo de lucro. En ese sentido, lo que haría la ley es formalizar una situación que existe. Las universidades privadas con ánimo de lucro tienen además algunos inconvenientes. Gozan de unos programas de mercadeo muy eficaces, pero la calidad académica por lo general es baja y su tasa de deserción es más alta que la que tienen las universidades sin ánimo de lucro.
 

M.J.D.: Veo que no le gusta nada de lo que propone la reforma.
 

C.A.G.: Pienso que es una reforma bien intencionada que busca encontrar recursos en la empresa privada para la educación superior. Pero el problema es que no solo se necesitan recursos privados, sino también recursos públicos. Y los costos de la educación superior suben a una tasa mayor a la inflación.

M.J.D.: O sea que usted está de acuerdo con el rector Wasserman en su afirmación de que la universidad pública no puede sufragar los costos de la educación superior cuando los aportes que el Estado le da están atados a la inflación.

C.A.G.: Mire: Colombia tiene dos tipos de universidades, y la división no es entre universidades públicas y privadas, como muchos creen, sino entre universidades de buena calidad y las de baja calidad. Y en ese campo considero que la Universidad Nacional tiene una condición similar a la que tiene la Universidad de los Andes. Lo mismo puedo decir de la Universidad de Antioquia. Las universidades de alta calidad necesitan recursos superiores a la inflación.

M.J.D.: Sí, pero la diferencia es que ustedes se financian de recursos privados y las universidades públicas están financiadas por el Estado, y esos recursos están atados al aumento de la inflación.
 

C.A.G.: Es que yo no entiendo para qué se necesita una ley que fije un porcentaje de acuerdo a la inflación para la universidad pública. En ese sentido soy partidario de una mayor flexibilidad. Nosotros en la universidad privada no estamos atados a esa máxima. Y si queremos que mejore la calidad en la educación superior, hay que ser más flexible en ese tema. Y para eso no se necesita una ley, sino una política de Estado.
 

M.J.D.: Y entonces, según usted, ¿cual debería ser, a grandes rasgos, la reforma que nos podría servir?
 

C.A.G.: Yo preferiría una ley que estableciera una serie de puntos fundamentales, como una clasificación adecuada de universidades que permitiera la existencia de unas universidad que ofrecieran maestrías y posgrados; otras que ofrezcan solo pregrados, como hay en los Estados Unidos, y unos institutos tecnológicos muy buenos, porque en ese campo Colombia tiene un gran déficit.
M.J.D.: ¡Pero uno de los orgullos del presidente Uribe fue que quintuplicó los puestos en el SENA y abrió cursos de pregado!

 

M.J.D.: Siendo uniandina salí a protestar muchas veces a la calle. Sin embargo, me da la impresión de que los estudiantes no saben muy bien por qué están protestando.

C.A.G.: Yo soy demócrata y creo en la protesta y en el intercambio de opiniones, así sean diversas. Y creo que en esta ocasión la protesta se ha dado de manera pacífica, con excepción de una minoría. Pero le quiero confesar que yo nunca supe por qué estaban protestando los estudiantes. Ellos dicen que se va a afectar la autonomía universitaria, porque la industria le ayuda a la universidad en proyectos de investigación, pero eso no es cierto.
 

M.J.D.: Sorprendió su decisión de retirarse de la universidad cuando probablemente hubiera sido reelegido. ¿Por qué lo hizo?
 

C.A.G.: Por dos razones: la primera, porque la universidad está pasando por un muy buen momento y uno se debe retirar cuando las cosas están bien porque corre el riesgo de que le pase a uno lo que está pasando con los gobernantes que se quieren quedar en el puesto. Y la segunda razón es que uno debe dar ejemplo de relevo generacional. El año entrante celebraría mis bodas de diamante. Y me voy muy contento.
 

M.J.D.: Tremendo dardo el que le manda al expresidente Uribe. Ahora que recuerdo, usted se declaró en contra de esa reelección en una ceremonia de graduación. ¿No hubo uribistas que lo criticaran?

C.A.G.: Sí, lo dije públicamente. Yo he mantenido desde que estoy en la universidad la posición de no meterme en política. Rompí esa regla con la reelección del presidente Uribe, porque estaba en desacuerdo. Independientemente de la persona, creía que se iba a desinstitucionalizar el país, como de hecho sucedió. Y no, del gobierno nadie me dijo nada. Por el contrario, mucha gente me felicitó. Yo creo que en ese momento le presté un servicio al país.
 

M.J.D.: A los que no venimos hace rato nos impresionan los nuevos edificios… Se le nota el alma de ingeniero.
 

C.A.G.: Desde que llegué a la rectoría me di cuenta de que la universidad tenía que convertirse en una universidad de investigación y que eso requería de formación profesional. Para tener buena educación se necesitan buenos profesores. Cuando llegué, la universidad tenía un 30 por ciento de profesores con PhD; hoy tiene el 58 por ciento. Hoy tenemos 17 programas doctorales y 41 programas de maestrías. Fortalecimos el pregrado en el área de las humanidades. Hicimos una Facultad de Medicina con énfasis en la investigación y una Escuela de Gobierno. Para que eso se pudiera dar se necesitaba buena infraestructura no solo física, que es la que más se ve, sino infraestructura de bibliotecas, de comunicaciones. Todo esto ha llevado a que la Universidad de los Andes se haya ubicado en un sitio privilegiado no solamente en Colombia, sino en Latinoamérica.

M.J.D.: ¿No le preocupa que haya tantos funcionarios metidos en temas de corrupción que han estudiado en prestantes universidades, incluida la de Los Andes?
 

C.A.G.: Eso lo veo con grandísima preocupación y evidentemente habría que asumir la responsabilidad que nos toca. Creo que eso es producto de un deterioro ético del país. Yo ejercí la ingeniería durante muchos años antes de entrar a la rectoría y le puedo decir que ese mundo era absolutamente diferente a lo que existe hoy. Las firmas tradicionales de ingenieros desparecieron. Con decirle que yo, que lidié tantos años ese sector, ahora no conozco a ninguno de esos nuevos contratistas.
 

M.J.D.: Usted dijo en otra ceremonia de grado que ese deterioro ético había secuestrado hasta la justicia. ¿A qué se refería?
 

C.A.G.: Me referí al hecho de que no era posible que en el Consejo Superior de la Judicatura hubiera magistrados interesados en hacer una serie de nombramientos internos a manera de carrusel, para mejorar las pensiones. ¡Qué tal un litigante que es detenido en plena Corte Suprema de Justicia! ¡Qué tal la tutela que acaba de instaurar la exdirectora del DAS! Nosotros como universidad tenemos la responsabilidad de analizar estos casos muy detenidamente. Debemos preocuparnos cada día más por la formación ética y por involucrar a nuestros mejores profesionales a la justicia.

C.A.G.: Uno no puede mirar la eficacia de una institución solo por números. Si yo digo que en Los Andes aumenté de uno a dos no estoy diciendo nada. Pero si digo que lo hice de uno a uno punto dos y que lo hice con calidad, sí estoy diciendo algo. En mi concepto, no se focalizaron los esfuerzos, y en lugar de concentrarse en preparar tecnólogos, el SENA terminó compitiendo con las universidades. ¡Eso no tiene ningún sentido! Todo ese presupuesto inmenso con que cuenta el SENA se dispersó. ¡Incluso hasta se pensó en trabajar en un doctorado!

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